La lotería clandestina multiplica a sus seguidores en Cuba

Hace dos décadas, Carlos viaja diariamente un vecindario de La Habana Vieja recolectando las apuestas de «La Bolita», la lotería clandestina que multiplica a sus seguidores en medio de la fuerte crisis económica en Cuba.

«La gente está apostando más que nunca», dice Carlos, un nombre ficticio. Todos los cubanos entrevistados para este informe aceptaron hablar bajo anonimato sobre esta lotería que ha sobrevivido 66 años de prohibición en la isla comunista.

Carlos es un «puntero», la única cara visible de una estructura hermética basada en la confianza. En este sistema, que mueve apuestas diarias para millones de pesos, también están los «coleccionistas» y «banqueros».

Para este cuarenta, el aumento en el número de jugadores en los últimos años responde a la «desesperanza» de los cubanos antes de la crisis económica que enfrenta el país, la peor en más de 30 años, con escasez de alimentos y medicamentos, inflación galopante y apagones diarios.

«Cuando uno sabe que el salario no es suficiente para llegar a fin de mes, lo que queda es apostar por la suerte», agrega. Sin embargo, admite que hay «muchos cubanos enfermos (ludopaths)» o «endeudados a la médula» por la pelota.

En Cuba, el salario promedio es de alrededor de 5,000 pesos ($ 42).

«Cambiar la vida»

Como no hay una rifa legal, la pelota se guía por los resultados de las loterías de Florida, Georgia y Nueva York. Los cubanos los siguen a través de un sitio web, una aplicación móvil o en Facebook, WhatsApp o X.

La llegada de la Internet móvil a la isla en 2018 dio nuevos Brios a esta lotería que surgió en el siglo XIX como una adaptación de los Juegos de AperCía introducidos en el país por los emigrantes chinos e italianos.

«La gente ya no te dice buenos días, te preguntan qué número salió», dice Rubén, un jugador de 32 años que dice que está «pasando por una mala racha».

En cambio, Rogelio (47 años) dice que en las últimas dos semanas ganó 270,000 pesos ($ 2,250), equivale a 61 veces a su salario como empleado público.

«Una buena camarilla puede cambiar tu vida», dice Rogelio. En su último golpe de suerte, tomó 80,000 pesos ($ 667).

La pelota se juega con combinaciones de números de 1 a 100, siguiendo el Cuban Charada, un sistema de interpretación numérica de sueños, palabras y situaciones.

Bajo el gobierno de Fidel Castro, si el líder apareció de repente en algún lugar, los fanáticos apostaron inmediatamente al número 1. Según el Charrada, representa al caballo, como solían llamarlo.

«Está en ADN»

Carlos envía el «coleccionista» en línea, la persona a cargo de tabular las jugadas y las cantidades de dinero, los números o combinaciones que recolecta de los traigadores en la calle o en la red, para las dos carreras que emiten las loterías estadounidenses diariamente.

Se mueve al borde de la maquinilla de afeitar. La revolución de Fidel Castro prohibió el juego tan pronto como llegó al poder en 1959.

De hecho, el Código Penal cubano castiga hasta tres años en la cárcel y una multa de 300,000 pesos ($ 2,500), que «ejecuta actividades como banquero, coleccionista, puntero o promotor de juegos ilícitos».

En Cuba, el juego tuvo su era dorada durante las décadas de 1940 y 1950, cuando La Habana, llena de casinos, casas de apuestas y salas de juegos, vinculadas a la mafia estadounidense, se convirtió en el centro de juegos más importante del Caribe.

La revolución cubana frustró el sueño de los mafiosos Meyer Lansky y Lucky Luciano, con estrechos vínculos con el dictador Fulgencio Batista, para construir sobre la costa de la Havana Malecon, una amplia cadena de hoteles-casinos, según el periodista estadounidense TJ English en su best-veller «Night» (2007).

La supresión del juego en Cuba aceleró el crecimiento de Las Vegas como uno de los centros de juego más grandes del mundo.

Carlos cree que «la pelota está en el ADN cubano», y que «prohibirlo no ha hecho nada más que fomentarla».

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